Quedaban discutiendo dónde pondrían el sofá.
Cuando salí, Pablo cogía un extremo y quería colocarlo debajo de la ventana para aprovechar la luz natural. Luisa asida al otro extremo quería ponerlo frente al televisor.
En el desayuno parecían haber llegado a un consenso para situar el sofá equidistante entre ambas, pero se malogró por culpa de la alfombra.
Incluso ayer, durante la cena, se había producido una aproximación, que parecía abocar a un acuerdo. Pero quisieron manipularme y finalmente dormí en el sofá mientras discutían interminablemente en la cama.
Esta mañana cuando me levanté, sintiendo aún como los muelles del sofá me marcaban las costillas, ninguno de los dos me hablaba, rencorosos de que no hubiera tomado partido la noche anterior.
Cuando iniciamos nuestra relación algunos me advirtieron que los tríos raramente funcionan. Pero pensé que sería por el sexo.
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