Imagen de Steve Buissinne en Pixabay |
Como ya dije en otras ocasiones, los domingos por la mañana, a falta de peor cosa que hacer, corro una hora más o menos.
Esa hora en la que voy solo y sin que nadie me distraiga, la suelo dedicar a darle vueltas a las cosas que me pasaron durante la semana. Pero hoy, cuando subía hacia el Parque de Invierno vi a un antiguo vecino, hombre ya entrado en años y viudo. Me habían dicho que tenía una demencia senil y estaba ingresado en una Residencia.
Iba acompañado por una chica, una cuidadora aparentemente extranjera. Eran las nueve y media de la mañana. Me quedó grabada su expresión, triste y ausente.
Pensé en aquel hombre, veinte años atrás, trabajando todas las horas del mundo para sacar adelante a los tres hijos que tenía, siempre activo, siempre haciendo algo, siempre preocupado de su familia.
Cuando empecé a correr no podía quitarmelo de la cabeza , viejo y atendido por extraños en sus último años.
Y me acordé de que tenía familia, hijos, nietos, que seguramente estarían desayunando en sus casas tranquilamente, porque lo merecían, porque habrían tenido una semana de duro trabajo, de duro estudio y necesitarían quitarse las preocupaciones de encima.
Y sentí tristeza. Sentí tristeza por él, por su familia y por mí y la mía. Y por todos, por esta sociedad tan absurda que vivimos.
Lejos de mi condenar a nadie. Es difícil intentar sobrevivir en esta selva urbana, trabajar, pagar los recibos, el colegio, la luz y la hipoteca y además dedicar el fin de semana a cuidar a alguien, aunque sea tu padre, aunque sea tu abuelo.
Pero esta sociedad a la que culpamos de nuestras propias miserias, está consiguiendo que ya estén más muertos los corazones de los hijos y los nietos que los de los padres y abuelos.
6 Comentarios
Nos deshumanizamos a pasos agigantados , amigo mio. Hay cada historia similar a esta que cuesta mucho trabajo creer que puedan suceder.
ResponderEliminarBuen blog, me gusta.
Un abrazo
Muchas gracias por tus comentarios, Rosa.
ResponderEliminarYo tambien creo que hay demasiadas historias como ésta ya que en cada casa si no es ese problema es otro parecido ó incluso peor,demasiadas enfermedades que la mayoria de las veces ni imaginamos.
ResponderEliminarEn la vida siempre se deja a alguien sólo ya que uno se va de su casa,forma su propia familia y la vida es un pasar muy rapidamente.
Usted cuando corre dice que está solo,si tiene familia ellos tambien en ese momento se quedan solos,bien sean sus padres,sus hijos,su mujer,en fin todo es relativo.
TRistemente la vida ha cambiado mucho y no para bien en estos casos,antes las pobres mujeres siempre estaban sacrificadas en casa cuidando a sus mayores de ahí que siempre estaban protegidos,lo peor es que ahora trabaja todo el mundo.Quien sale perdiendo? la familia en general,ya que tenemos mas cosas pero menos tiempo.
TRiste realidad.
Saludos Señor Angel.
¿Tenemos más cosas?.
ResponderEliminarNo lo sé, muchas veces pienso que son las cosas las que nos tienen a nosotros, somos sus rehenes.
Un relato en el que todos nos vemos reflejados de alguna manera, el que corre en solitario, los que no tenemos tiempo ni para vivir y los que llegaremos como podamos a la vejez, que siempre se vive en soledad por lo que aprecio cada día.
ResponderEliminarDesgraciadamente es nuestro futuro. La única esperanza es que igual no llegamos al futuro
ResponderEliminarAgradeceré tus comentarios aquí