Y para empezar el año, una reflexión
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Estaba lleno de buenos deseos para el año que empezaba. Tenía tantos proyectos, tantas ganas de vivir. El invierno, los deportes de nieve, las clases en la Universidad, salir a cenar con los amigos y las amigas y sentir llover por la noche mientras ella lo abrazaba buscando su calor.
La primavera, el regreso del buen
tiempo, la naturaleza que revivía y las vacaciones de Semana Santa, los
exámenes parciales, las salidas a la montaña los domingos. El fin de curso y la
terminación de la carrera.
En el verano, la playa, sentir el
frescor del mar mientras nadaba, una cerveza fría acompañando a la paella que comía en un
chiringuito y las noches embriagantes del verano mediterráneo.
Y después, a la vuelta del verano
empezar a trabajar en el bufete de su tío, y casarse con Rosa María y tener
hijos y ser feliz.
Tantos proyectos, tantas
ilusiones, tanta vida por vivir.
Tantos sueños rotos mientras agonizaba víctima del coronavirus en la UCI de un hospital convertido en desolado cementerio.
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