Cuando le dijo a su mujer que quería aprender a cocinar, esta se alegró, porque desde que Agustín se había jubilado, no hacían demasiadas cosas juntos. Antes tampoco, pero ahora que estaba todo el día en casa se notaba más.
¿Qué ponemos hoy para comer? – Agustín siempre fue muy directo.
¿Qué te parecen unas lentejas? – Marisa escogió un potaje de lentejas para su primera lección, porque eran sencillas de hacer y no quería que Agustín se desanimase.
No le pareció muy difícil y aunque le salieron un poco sosas, este era un defecto fácilmente subsanable. Así que las comió, dijo que estaban muy ricas y no protestó por la falta de sal como era su costumbre.
Y después de las lentejas, otro día aprendió a hacer cocido madrileño, tortilla de patata y otros platos habituales en el menú casero.
Al cabo de una semana, Marisa se atrevió con un plato más complejo de cocinar y por la mañana le anunció:
Hoy vamos a hacer croquetas de jamón.
A Agustín le gustaban las croquetas, era uno de sus platos preferidos y feliz y contento se encaminó a la cocina.
Se encargó de hacer la bechamel, las enharinó, las remojó en huevo y terminó de darles forma con las manos después de rebozarlas en un plato de plan rallado. Todo por supuesto, bajo las instrucciones de Marisa, que se sentía como la directora de Master Chef. Se encontraba muy cómoda dando instrucciones a Agustín sobre la forma en que debía cocinar, porque en más de cuarenta años de vida en común, él nunca había dejado de mandar.
La gente, los que lo conocían, pensaban que Agustín era un poco autoritario y un mucho intransigente. Pero estaban equivocados, solo quería que lo dejasen en paz porque lo que realmente le gustaba era hacer su santa voluntad y a ser posible no hacer nada.
En el trabajo no buscaba ascensos ni prebendas, pero tampoco hacía ningún esfuerzo más allá de los estrictamente necesarios.
Yo cumplo con mi contrato, no tengo por qué hacer más de lo establecido, porque tampoco me van a pagar más por esforzarme.
Y en esto no le faltaba razón. Pero cuando algún compañero le pedía un favor, un cambio de turno o cualquier otra cosa, se encogía de hombros, daba una disculpa y continuaba a lo suyo. Y si bien es cierto que no tenía muchos amigos, también es verdad que no tenía grandes enemigos, porque no aspiraba al puesto de nadie ni pisaba ninguna cabeza, porque en definitiva no buscaba subir ningún peldaño laboral.
Trabajaba desde que había terminado los estudios como enfermero en el Hospital provincial y nunca había sido desagradable o había dejado de atender a un enfermo o desobedecido a un superior, siempre que lo que tuviera que hacer entrase dentro de sus estrictas obligaciones. Si no era así, procuraba esquivar la tarea.
Conoció a Marisa en el propio hospital. Trabajaba en el servicio de limpieza y era una chica tranquila, dócil y sin muchas pretensiones. Vivía con un enfermero de la planta de siquiatría, pero cuando la relación fracasó, Agustín consideró que podía acomodarla a su vida.
Marisa, ¿Qué turno tienes?
Esta semana, noches
Yo también, siempre coincidimos. Debe ser una señal.
¿Una señal de qué? – le dijo Marisa, que no era muy rápida de reacciones, aunque Agustín le gustaba un poco, ahora que el otro la había dejado.
De que te tengo que invitar a desayunar – dijo Agustín con una sonrisa.
Desayunaron, al día siguiente la invitó a comer y al final del turno semanal vivían juntos en el apartamento de Agustín. Y cuando al año siguiente le anunció que estaba embarazada, decidieron casarse.
Agustín no era un romántico y tenía la mala costumbre de decir lo que convenía callarse. La noche de bodas, aunque no era ningún estreno porque llevaban un año viviendo juntos, quiso decirle alguna cosa especial, una frase para el futuro. Algo que cuando recordasen aquella noche, al cabo de los años, les sirviera como referencia:
Seré el primer hombre que te haya hecho un hijo.
Marisa se sintió un poco turbada y se le notaba que no sabía que decir.
¿Qué pasa? – le dijo Agustín.
Tuve un embarazo cuando vivía con Roberto. Aborté – y no pudo evitar el echarse a llorar.
Bueno, ahora no necesitas abortar – dio media vuelta y se quedó dormido. Había bebido mucho durante la comida de los esponsales.(Continuará)
2 Comentarios
¿Comprarán un perro? Estaremos al loro de la segunda parte.
ResponderEliminarEspero que la segunda parte no te defraude. La solución: 10-02-2023 21:00
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