Alberto era un joven abogado y una estrella emergente en un importante bufete. No había caso que se le resistiese, y se había ganado la fama de ser el más duro del bufete. Sin embargo, para mantenerse en forma y seguir siendo el mejor, no solo se apoyaba en su cerebro, sino también en su fuerza física. Por eso, solía ir al gimnasio después del trabajo y practicar sus mejores golpes en un saco de boxeo.
Desde muy joven Alberto había sobresalido en los estudios, pero se sentía injustamente tratado por la vida, otros compañeros tenían todo aquello que sus padres, un albañil y una auxiliar de cocina en un restaurante modesto, no le podían proporcionar. Él sacaba sobresalientes y matrículas de honor, pero llevaba los pantalones remendados.
Nunca se propuso luchar contra aquel sistema injusto y siempre fijó sus metas en llegar a ser como aquellos niños mimados por la vida, a los que por otra parte, despreciaba. Y estaba consiguiendo aquello que se había propuesto, aunque el precio a pagar lo convirtiese en un ser despiadado, que inspiraba pocas simpatías.
Un día, por su cumpleaños, sus compañeros Juan, Simón y Pedro decidieron darle una sorpresa. Lo llevaron a una residencia especializada en la atención de tetrapléjicos y después de sobornar al vigilante, lo invitaron a entrenar golpeando a uno de los residentes en lugar de golpear el saco de boxeo. Al principio, Alberto estaba reacio, pero finalmente cedió ante la idea de tener un saco de boxeo humano. Resultaba más excitante.
-¡Vamos, Alberto! -animó Juan-. Es solo una vez, para celebrar tu cumpleaños.
-No lo sé, chicos... No me siento muy cómodo con esto - respondió Alberto, dudando.
-¡Venga, hombre! -insistió Simón-. Solo es un poco de diversión.
-Bueno, está bien -cedió finalmente Alberto, sin mucha convicción.
Así pues, sus amigos lo condujeron hasta la habitación de uno de los residentes tetrapléjicos. El hombre yacía allí, postrado en su cama, incapaz de moverse por sí mismo. Alberto empezó a golpearlo como si fuese un saco de boxeo, disfrutando de la sensación de total dominio sobre otro ser humano. Las carcajadas y los gritos de sus amigos se mezclaban con el sonido de los puñetazos.
-¡Eso, Alberto! - exclamó Pedro -. ¡Dale más fuerte!
-¡Jajaja! ¡Esto es mejor que el saco de boxeo del gimnasio! - añadió Juan, riendo.
Cuando terminó el “entrenamiento”, se dirigieron a un club de moda a celebrar el cumpleaños tomando unas copas. Juan llevaba cocaína suficiente para que los cuatro pasasen una buena noche. Y cómo no, hablaron de la reciente experiencia de entrenamiento:
-No sé, tíos, esto puede ser muy peligroso. Si llega a saberse, el escándalo nos llenará de mierda a todos –dijo Alberto, que todavía no estaba muy convencido.
-Tranquilo, amigo. Es una residencia privada donde van a parar sobre todo niñatos víctimas de accidentes, a los que sus padres no están dispuestos a dedicarles mucho tiempo. Pagan para no tener que ocuparse de ellos – le dijo Juan, ya un poco colocado- Y los enfermos están protegidos con cascos y otras prendas para evitar que les puedas romper un hueso.
-Y por lo que cuestan estas sesiones, solo están al alcance de poca gente, gente importante, que no quieren que nada de esto se sepa – remató Simón, con la intención de que a Alberto le quedase claro que se habían gastado una cantidad importante en su regalo.
La verdad es que quien manejaba aquel negocio era cliente del bufete, les debía algunos favores y les había dejado la sesión a mitad de precio, eso si, un precio todavía alto.
-Si, los vigilantes saben que tienen que hacer cualquier cosa, lo que sea, para evitar que nada de esto se sepa – insistió Pedro- Ellos son los primeros interesados, irían a la cárcel y puedo asegurarte que no sienten ningún escrúpulo en hacer lo que sea necesario.
El resto de la noche discurrió como habían planeado. Los compañeros de Alberto sabían que era un triunfador y estaban dispuestos a seguir su estela. Ellos tampoco tenían muchos escrúpulos.
Después de aquella primera vez, Alberto se obsesionó con la idea de entrenar golpeando a un ser humano en vez de a un saco de boxeo. Las sesiones se convirtieron en algo habitual para él, a pesar de que salían muy caras. Pero el placer de sentirse tan poderoso era demasiado grande para renunciar a ello.
Mientras tanto, su nuevo jefe en el bufete, Elías, sentía poca simpatía hacia Alberto. A pesar de haber estudiado juntos en la universidad, siempre habían mantenido una fuerte rivalidad por ver quién sacaba las mejores notas y Elías nunca aprobó la falta de escrúpulos de Alberto.
Sin embargo ahora, veía cómo Alberto era el abogado más exitoso y más sucio del bufete y no podía soportarlo. Elías era hijo y heredero del principal socio del bufete y estaba dispuesto a acabar con los métodos poco éticos de Alberto. Había empezado a investigar sobre los secretos oscuros de su competidor para intentar desenmascararlo.
El primer caso de Alberto que Elías tuvo que supervisar, supuso ya un enfrentamiento entre ambos:
-Otro caso ganado– le dijo Alberto, dejando el expediente de forma displicente sobre su mesa.
-Sobornaste a un testigo, va contra nuestras normas éticas como bufete – dijo Elías que casi no pudo contener su ira.
-Pero supone mucho dinero para el bufete. Tu padre me respalda – dijo Elías y Alberto sabía que era así.
Elías era consciente de que todavía no tenía suficiente autoridad en el bufete para vencer a Alberto, pero se juró que tarde o temprano terminaría con su carrera.
Un fin de semana, Alberto recibió la noticia de que Elías había sufrido un accidente de coche que lo había dejado tetrapléjico. Aunque debería haber sentido algo de empatía por su jefe, su primer pensamiento fue otro.
- ¡Genial!. Todo ha salido a pedir de boca.- dijo mientras apuraba el whisky que estaba tomando.
Entonces se puso a preparar su equipo de boxeo.
Imagen creada con Inteligencia Artificial.
4 Comentarios
No se qué ideas te pasarán por mente.
ResponderEliminarSi lo sabes, son las que estás leyendo, jajaja
EliminarAún así, seguro que no da golpes bajos. Todo un profesional.
ResponderEliminarNo, si no es útil. Todo un profesional
EliminarAgradeceré tus comentarios aquí