Estaba temiendo desde la mañana lo que iba a pasar. Hoy como ayer, pero seguramente más que ayer, la borrachera iba a ser el final de la historia diaria de Ramón, de sus esfuerzos baldíos y ya sin ninguna expectativa real de encontrar trabajo, y recuperar la dignidad de un hombre por mantener a su familia.
Fue la Encarna, quien la avisó, a voces desde la calle:
- Mari, Mari, que el Ramón está borracho en el bar, que no se aguanta de pié, y dijo el Salustiano que te avisara, porque si no lo va a echar a cajas destempladas , que ya se está poniendo “pesao”. Desde luego, hija, vaya cruz que tienes con el Ramón, y más en un día como hoy.
A Mari, ya hace mucho tiempo que no le preocupan los días como hoy. Sabe que la Navidad es para los ricos, que van a misa, a que se les perdone los pecados, pero no se acuerdan del Ramón, que lleva dos años sin trabajo y sin posibilidades, porque ya tiene 48 años y no es ingeniero ni economista. Solo sabe trabajar con las manos, porque el mundo es solo para los que tienen estudios, y por eso ella tiene que salir a servir y que no falte. Dios nos libre, que de eso comemos, aunque muy malamente.
La Mari tiene mucho tiempo para pensar, porque como no tienen televisión (la tuvieron que empeñar) y está mucho tiempo sola y el trabajo que hace no necesita que le preste mucha atención, porque al fin y al cabo cualquiera sabe fregar, cogió costumbre de pensar que resulta barato y alimenta, porque cría mala baba, y los pobres no pueden despreciar algo que alimente, aunque sea mala baba.
Ya sabe lo que le queda, ir a buscar al Ramón antes de que algún desaprensivo o un desgraciado tan borracho como él, acabe pegándole y encima tenga que traerlo hecho una piltrafa. Pero antes tiene que acabar de preparar la cena de Nochebuena, una sopa de ajo y unas sardinas. Para el turrón no le llegó porque lo que tenía ahorrado, guardado dentro del colchón, lo encontró su hombre la semana pasada y lo bebió en menos que canta un gallo.
Hace un año, hubiese salido disparada a buscar a su hombre, pero ahora no, ya está acostumbrada a estas cosas, y hasta la tragedia acaba por convertirse en rutina.
El bar de Salustiano no es ni mejor ni peor que los demás del barrio. La decoración, cuatro mesas y unas pocas sillas de formica, y el ambiente, media docena de habituales que si no están borrachos llevan el camino de conseguirlo, no invita precisamente a quedarse a cualquiera que tenga otra cosa que hacer. El problema es que la pobre fauna humana que lo frecuenta, generalmente no tiene otra cosa que hacer. Y además el Salustiano fía y siempre te sirve una copa cuando andas mal de dinero, que es casi todos los días. Eso sí, cuando cobras el paro tienes que regularizar la cuenta, porque él es un hombre de negocios y no te fía más de un mes. Como dice siempre “Hasta ahí podríamos llegar, colega”.
Cuando llegó al bar, su hombre estaba más tirado que sentado en una de las sillas, con los ojos vidriosos como le era habitual en los últimos tiempos y farfullaba sin que nadie le escuchase alguna monserga de tiempos mejores:
- “Tenía una fuerza como un burro..., cargaba un carretillo hasta un cuarto piso sin necesidad de grúas ni mierdas, hostia, ojalá caigan todas las putas grúas”.
Ya se sabía de memoria lo que venía ahora, si ella no lo remediaba, llevándolo a casa. Primero pegaría un puñetazo en la mesa, y adoptaría un aire desafiante. Si nadie le respondía, se derrumbaría y se pondría a llorar como un niño.
No lo podía evitar, a pesar de las veces que lo había visto así, no podía acostumbrarse a que su Ramón, aquel hombre trabajador con el que vivió feliz tantos años, no fuese ahora más que un triste monigote.
Todo se torció a partir de la nevada de hacía dos años. Bueno, de la nevada y de la crisis y de tener ya bastantes años y no rendir como los chavales jóvenes que no tienen dolores de espalda, ni reuma ni nada.
Cuando la nevada, que le dió al Ramón aquel ataque de reuma, tuvo que estar dos semanas en la cama, sin apenas poder moverse. Y cuando se puso bueno, ya se había terminado la obra, y con ella el contrato, porque él era eventual, llevaba toda la vida siendo eventual de una empresa, que en cada obra cambiaba de nombre pero eran siempre los mismos, Don José y Paco el encargado. Lo llamaban porque él era un trabajador serio y cumplidor, sin muchas luces, eso sí, pero formal al máximo.
El caso es que después de la nevada, fue a verlos y a recoger la liquidación, pero no lo volvieron a llamar. Hubo nuevas obras, pero no contaron con él. Un compañero se lo dijo “No te quieren, porque creen que tienes hernia y que te darás de baja”. Y a partir de ahí cayó en picado. Al principio salía a buscar trabajo, y cuando volvía, desanimado, paraba en el bar y se emborrachaba. Ahora ya iba directamente al bar.
Pero al fin y al cabo, el recordar y dar vueltas al asunto no solucionaba nada. Se acercó al Ramón y trató de ayudarlo a incorporarse:
- “Venga, vamos para casa, que es Nochebuena y ya es hora de cenar”.
Lo que siguió, no había pasado nunca. La esquivó y con la mano torpe por el alcohol, pero todavía fuerte, le pegó una bofetada. Sorprendido y avergonzado, se la quedó mirando fijamente y empezó a llorar.
La Mari tuvo que morderse los labios para no llorar delante de toda la parroquia de etílicos. Lo cogió de la mano, y el Ramón se dejó llevar mansamente aunque pegando tumbos, hacia casa.
Aquello fue la gota que desbordó el vaso de amargura, que durante tanto tiempo venía acumulando. Dios sabe que no le guardaba rencor por lo que había hecho. No, él no tenía la culpa. La culpa era de los que no le daban trabajo después de haberles dedicado toda su vida. De los que ponían los beneficios por encima de las personas, y de toda la gente que hoy iba a cenar langostinos, para celebrar el nacimiento de Dios, cuando demostraban todos los días que no creían en Él, que había dicho que los pobres poseerían la Tierra.
El día 26 de Diciembre, el periódico local insertaba una escueta noticia de cuatro líneas en la página de sucesos:
“Matrimonio se suicida abriendo el gas el día de Nochebuena. Varios vecinos manifiestan que tenían problemas económicos y que el marido abusaba desde hacía tiempo del alcohol”.
Si
continuaran vivos, la Mari y el Ramón hubieran podido leer los
titulares que abrían la sección de economía :
“Se disparan los beneficios de las empresas del IBEX 35. España sale de la crisis”
4 Comentarios
Nunca el espíritu navideño fue tan selectivo.
ResponderEliminarRealmente ¿que es el espíritu navideño?¿comer y beber en exceso?¿recibir y hacer regalos que no necesitamos?¿Donde encontramos en espíritu navideño en Gaza, en Ucrania o en tatos conflictos armados abiertos? Encuentro el espiritu navideño un poco amargo. En cualquier caso, paz en la tierra para las personas de buena voluntad
EliminarEstupendo relato. Lástima que la realidad no sea estupenda y si uno es realista, el resultado suele ser triste.
ResponderEliminarGracias por tus comentarios. Me gusto mucho tu relato "Está noche, a las tres serán las dos" Enhorabuena
EliminarAgradeceré tus comentarios aquí