Sobre el blog

Historias alegres que parecen tristes, historias rancias en busca de unas gotas de modernidad, relatos ingenuos pero cargados de mala intención

LA ALERGIA

LA ALERGIA



 


A los doce años, después de un partido de fútbol en el patio del colegio, empezó a sentirse mal, no podía respirar y moqueaba y estornudaba de forma intensa. El director del colegio llamó a sus padres y al 112. Lo ingresaron en el Hospital Universitario y estuvo varios días con respiración asistida.

Después de varias pruebas, el día en que lo iban a dar de alta el alergólogo habló con los padres:

Jaime tiene alergia al polvo, como se dice coloquialmente.

¿Y en que consiste, doctor?¿Que tratamiento hay? – la madre estaba preocupada, no podía evitarlo. Jorge era su hijo preferido. Los otros dos querían más a su padre, pero Jorge era suyo.

Es una alergia a un grupo de ácaros. Coloquialmente se la denomina alergia al polvo porque viven en el polvo de las viviendas, de los muebles, de las alfombras. En fin, hay que evitar en la medida de lo posible los elementos que pueden criar polvo o suciedad.

Doctor, en mi casa se lleva la limpieza de forma rigurosa – protestó la madre

No lo pongo en duda, Dolores. Pero los ácaros no se ven.

¿Y qué podemos hacer? – dijo Dolores con acento angustiado.

Les daremos unas pautas de prevención. Mejor que piensen en quitar alfombras, sustituir moqueta si la tienen en su casa y mantener el ambiente lo más aséptico posible.

Para tratar a Jaime usaremos una combinación de medicación de inmunoterapia para domar su sistema inmune y antihistamínicos y corticosteroides para combatir las crisis. Tendrá que pasar revisiones regulares y tómenlo con paciencia.

Y así transcurrió la juventud de Jaime, entre cuidados intensivos por parte de su madre, la protección entre tierna y desdeñosa de su padre, que quería a su hijo pero al mismo tiempo no podía evitar despreciar lo que consideraba la debilidad física  de Jaime, y los ingresos esporádicos en Urgencias por las crisis súbitas ante exposición al tóxico ambiente que a él le ponía al borde de la muerte mientras sus compañeros de instituto y de carrera, ni lo notaban.

Hizo una Ingeniería Química. Era una buen estudiante, porque de alguna manera se daba cuenta que mientras estudiaba, en un ambiente controlado, no solía padecer crisis.

Y cuando terminó la carrera con un buen expediente, lo contrataron como investigador en un laboratorio. Allí vivía en un ambiente limpio, porque los experimentos exigían que el aire estuviera limpio de polvo y ácaros. Por primera vez, Jaime vivía tranquilo y relajado.

Y en el laboratorio conoció a Pilar. Era compañera de investigación, aunque en calidad de ayudante, pero tenía una cautivadora mirada con sus ojos color miel, una boca deliciosamente sensual y un dulce acento caribeño que a Jaime lo volvía loco. Era mulata, aunque de piel bastante clara y por la noche, en su cama, Jaime se masturbaba imaginando que le lamía la piel de los senos y que sabían a chocolate.

Era tímido, la miraba con ojos de súplica y deseo, pero no le decía nada. Pilar tenía el temperamento caliente de las hembras del Caribe y una noche en que se habían quedado hasta tarde terminando un experimento, él la miró con deseo y ella sin pensarlo, lo besó apasionadamente en la boca. Hicieron el amor en el suelo del laboratorio.

El jefe del departamento, cuando al día siguiente le pasaron desde Seguridad los videos, porque todo lo que pasaba en el laboratorio quedaba grabado y registrado, sonrió para sus adentros y dijo hablando consigo mismo:

-       Vaya, Jaimito, por fin te decidiste. Si yo fuera más joven, te la hubiera quitado, porque Pilar tiene un buen polvo.

Tenía sesenta y cinco años, iba a retirarse  en unos meses y quería a Jaime como a un hijo. A pesar de la diferencia de edad, a Pilar también la quería, pero no conseguía verla como a una hija.

Al cabo de una semana estaban viviendo juntos y Jaime nunca se había imaginado que pudiera ser tan feliz. Fueron a vivir al apartamento de él, que tenía adaptado para evitar la suciedad, los ácaros y cualquier polvo que pudiera hacerle daño. Era el mes de Diciembre de 2019.

Cuando se declaró la pandemia, se encerraron en el laboratorio donde pasaron varios días concluyendo una investigación, hasta que finalmente la dirección decidió cerrar las actividades durante el confinamiento.

Entonces se recluyeron en el apartamento de Jaime, donde tenían conexión telemática con la Universidad y se dedicaron a redactar los resultados de sus últimas investigaciones. Un día, Jaime se levantó mareado y con fiebre. Al mediodía, ya pasaba de 39ºC y le costaba respirar. Llamaron al Hospital, mandaron una ambulancia y lo ingresaron de urgencia, con el miedo de que la alergia pudiera actuar de agravante del COVID.

Aunque no se podía visitar a los enfermos, por la profesión tenían buenos contactos con los directivos del Hospital y a Pilar le permitían visitarlo a través de una mampara. Y todos los días hablaban, lloraban y se deseaban con desesperación.

Estuvo más de un mes ingresado, a las tres semanas ya podía respirar sin ayudas mecánicas y dejó de tener fiebre. Solo le subía algo la temperatura cuando venía Pilar a visitarlo. El soñaba todas las noches en el momento que ya no tuvieran que estar separados por aquella maldita mampara y pudiera tocarla, besarla, chuparla, morderle los labios, comerle la boca. Y entonces notaba que le volvía a subir la temperatura, pero sabía que ahora era por causas naturales.

A finales de Abril, los médicos decidieron darle de alta. Pilar iba a venir después de la hora de comer, pero a media mañana, con el informe médico en la mano no pudo aguantar más y cogió un taxi que le llevó directamente al apartamento.

Cuando llegó sintió el ruido del agua de la ducha en el baño. Pilar estaba en el cuarto de baño. Abrió la puerta y la vio detrás de la mampara, bajo un chorro de agua templada.

Pilar no estaba sola. La ducha tenía una columna de esas con muchos chorros de agua a diferentes temperaturas e intensidades, que usaban para experimentar el sexo de forma aún más intensa. Y no, no estaba sola, porque estaba con una foto suya que abrazada a su cuerpo con el brazo izquierdo mientras con la mano derecha acariciaba su sexo húmedo y lubricado.

No sería apropiado describir lo que pasó a continuación. Solo diré que Jaime se desvistió antes de que ella se diese cuenta de su llegada y se metió en la ducha, besándole los apetitosos pezones, con los que tanto había soñado en el Hospital. Y hasta ahí puedo contar.

Después de saciarse, se secaron con la misma toalla y se dieron cuenta de que aún se deseaban. Y se tumbaron en la cama, donde reanudaron su pasión desbocada.

Cuando Pilar llegaba al orgasmo por tercera vez, Jaime sintió un fuerte dolor en la zona izquierda del pecho y se murió en menos de quince segundos.

Solo le dio tiempo a pensar:

“Ya sabía que la alergia al polvo acabaría matándome”.

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2 Comentarios

  1. Y yo quejándome de la puta primavera. Soy un triste aficionado.

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    1. Siempre tenemos tiempo para mejorar. Persevera, es una buena forma de morir

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