Sobre el blog

Historias alegres que parecen tristes, historias rancias en busca de unas gotas de modernidad, relatos ingenuos pero cargados de mala intención

PAREJAS

 

Parejas





Vivió casi un año con Marta. Pero tenía el vello púbico muy rizoso y a él le daba grima. Cuando los amigos le preguntaron por qué la había dejado, les dijo la verdad. Marta nunca se lo perdonó.

Con Victoria el problema fue otro. Ella se empeñaba en fumar un cigarrillo después del amor y él no soportaba a las personas que fumaban. Esta vez lo dejó ella, porque al principio le escondía el cenicero, pero un día que ella reincidió lo tiró por la ventana y le pegó en la cabeza a un transeúnte, que estuvo una semana hospitalizado. Se libró por los pelos de acabar en la cárcel, porque el transeúnte tenía una abundante melena, la llevaba recogida en un moño podemita y eso le libró de una muerte segura y a él de la consiguiente condena por homicidio. Victoria desapareció de su vida, después de calificarle de loco.

Patricia era distinta, joven, rubia, candorosa,  licenciada en Físicas, un buen trabajo y un apartamento en el centro. Parecía  la pareja ideal, a todo el mundo le caía bien y él hizo la maleta, cerró su piso con doble llave y se fue a vivir con ella.

Patricia que era muy modosa en la vida cotidiana, en la cama era una verdadera fiera, rugía, gritaba y gemía como si en vez de tener un orgasmo estuviera muriendo en medio de terribles sufrimientos. Al principio le hizo gracia, pero más tarde, cuando los vecinos jóvenes del edificio le saludaban con una mezcla de ironía y envidia y las vecinas mayores lo miraban con reprobación cuando lo encontraban en el portal al regreso de sus devociones, de las devociones de ellas, las cosas empezaron a agriarse entre ellos. Le daba miedo requerirla por los gemidos que vendrían a continuación y entonces empezó a requerirlo ella.

Por si esto fuera poco, un día que coincidió en el ascensor con el vecino del sexto A, un hombre de mediana edad y un poco tuerto porque le faltaba la mitad del ojo derecho, este le comentó como sin darle importancia:

-          Conmigo gritaba más y con los otros también, así que no te sientas mal.

No lo pudo superar, nunca había sido el último en nada. Eso terminó con la relación.

Volvió a su piso, decepcionado de las mujeres en general y de las suyas en particular y se prometió a si mismo no volver a tener relaciones íntimas con ninguna que no fuera lampiña, alérgica al tabaco y sordomuda. Y como pasaba el tiempo y no encontraba a ninguna con estas características, empezó a satisfacerse a si mismo.

Recuperó la alegría y el placer. Su mano derecha le daba todas las satisfacciones que necesitaba y ninguno de los problemas que le daban sus anteriores parejas. Así que empezó a tratarla con mimo, acicalarla con cremas y colonias, llevarla a recibir manicura cada quince días. Era todo un romance, una historia de amor propio.

Un jueves, al salir de la manicura le arrolló un coche y le seccionó la mano derecha. Cuando lo llevaban al Hospital en la ambulancia, solo repetía tristemente, como un mantra desesperado:

-          Que mala suerte, tenía que ser la derecha.






Imagen de Niek Verlaan en Pixabay




Publicar un comentario

2 Comentarios

  1. Bueno, puede reinventarse y hacerlo con la izquierda, jajaja.

    ResponderEliminar
  2. Buff, hasta que recupere la cadencia... Gracias por tus comentarios

    ResponderEliminar

Agradeceré tus comentarios aquí

Me gusta