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Historias alegres que parecen tristes, historias rancias en busca de unas gotas de modernidad, relatos ingenuos pero cargados de mala intención

BIOGRAFÍAS EXALTADAS



BIOGRAFIAS EXALTADAS

                                     Imagen de Burkard Meyendriesch en Pixabay



En Agosto, toca recordar relatos ya publicados. Léelo, es refrescante como un helado de basura

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Indalecio Fernández de la Bella Casa siempre fue un hombre dado a las orgías y la vida depravada. A la tierna edad de los 14 años, ya tenía como amantes a una prima segunda de su niñera y a una deliciosa mulata que conoció un día de borrachera, en un lupanar instalado en un pequeño chalet frente a la casa del Arzobispo exiliado de Mongolia, D. Javier González de las Pías Obras. Con el paso de los años hizo un máster de Recursos Humanos en la universidad de Chicago y se especializó en la gestión de despidos masivos en grandes empresas de Estados Unidos. Alternaba el adelgazamiento doloroso de plantillas con la depredación masiva de distintas aves solitarias de la noche, dejando a su paso miles de familias rotas por la miseria y decenas de prostitutas y drogadictas asesinadas mediante las más refinadas técnicas de tortura, siendo una de sus preferidas la ablación de clítoris a mordiscos. Cuando la policía, aunque de mala gana, empezó a investigar las recurrentes desapariciones de mujeres pobres y degradadas, decidió volver a la patria nunca olvidada y se estableció en Madrid, donde sus sofisticadas habilidades profesionales fueron muy bien recibidas por ciertos empresarios ávidos de unas nuevas y más modernas técnicas de relaciones laborales.

D. Javier González de las Pías Obras, a pesar de haber dedicado toda su vida a la entrega a los demás y la oración, nunca fue un hombre feliz. Huérfano de madre desde su nacimiento, su padre el marqués de las Altas Sierras murió durante la guerra civil. Coronel de las tropas nacionales, resultó indigestado al parecer por unas gambas a la plancha en mal estado comidas en una reunión de Estado Mayor y entregó su vida por la patria.

Nuestro infeliz expósito, ingresó muy joven en un seminario, donde arrastró siempre el complejo de ser noble, rico y alto, en un mundo de posguerra que se caracterizaba por todo lo contrario. Para conseguir superar estos traumas solicitó ir a las misiones, llegando a ser Arzobispo de Mongolia en el exilio, ya que las autoridades comunistas de aquel país, con buen criterio por una vez, nunca le permitieron entrar en el mismo. Hombre atormentado por las apetencias carnales, pues siempre fue partidario de un buen filete de ternera o alguna pieza de caza bien preparada, por espíritu de purificación y penitencia se hizo vegetariano. En su deseo de identificarse con los más pobres a pesar de su más que saneado patrimonio familiar, heredado de su padre y de cuatro tías solteras, todas ellas ricas, nobles, frígidas y estériles, se postuló después de la muerte del dictador Franco como capellán del Partido Comunista, lo cual fue rechazado por el Comité Central del mismo, alegando que bastante penitencia tenían con aguantar a Santiago Carrillo como Secretario General y aceptar la monarquía para evitar la cárcel. Murió a los 62 años de una cirrosis hepática producida por las múltiples mortificaciones con que castigó su vida. Fue reconfortado en sus últimos años por el cuidado de una médica naturópata que a base de especiales masajes logró que empezase a vislumbrar en esta vida la felicidad que bien ganada tiene para la otra. Amén.

Juliana Peláez de la Buena Traza es un caso de vocación precoz. Interesada por la Sanidad desde su más tierna infancia, a los cinco años fue descubierta por sus padres haciéndole una exploración rectal al vecinito del tercero izquierda. Este hecho marcó a ambos para siempre. El vecinito llegó a ser amante de un conocido industrial que más tarde alcanzaría la fama por ser uno de los mayores deudores de la Hacienda Pública y ella una de las mejores médicas naturópatas del país, experta en relajación corporal y curación en base a las diversas técnicas del masaje.

Cursó Medicina de forma brillante en la Universidad de Cercedilla, donde su padre era Rector Vitalicio merced a sus amores con la esposa del barón propietario de una finca de secano, que casi desinteresadamente cedió para construir la Universidad, a un precio solo del doble de lo que le había costado hacía menos de un año. Si bien es cierto que esto le supuso un pingüe beneficio, una cuarta parte del mismo se la tuvo que colocar en Suiza a un amigo Director General con el que habitualmente tomaba güisquis y compartía confidencias sobre Contratos del Estado.

Juliana, una vez licenciada y deseosa de conocer más a fondo las interioridades del cuerpo humano, viajó a Chile en el año 1974, donde como especialista de la DINA colaboró abnegadamente en ayudar a los prisioneros políticos a descargar su conciencia contando hasta los más recónditos pensamientos que escondían. Mujer caritativa, procuró en esta tarea que la confesión no se produjese de forma excesivamente rápida, a fin de que mediante la penitencia que producían sus cuidados a los prisioneros, abandonasen este mundo totalmente purificados, y con todos los huesos metódicamente rotos y triturados, dicho sea de paso.

Después de varios años dedicada a tan ejemplar tarea, decidió dar un nuevo rumbo a su existencia vital y con la intención de conocer nuevas culturas y realizar estudios más profundos sobre la sexualidad humana, se colocó de puta en un lupanar de Uagadugú, capital de Burkina Faso, donde especializada en prácticas sadomasoquistas alcanzó cierta celebridad con el sobrenombre de “La Capadora” por su afición a apretar fuertemente las mandíbulas durante la práctica de ciertas especialidades  de sexo bucogenital que sus clientes apreciaban aún con gran temor.

Obligada a seguir un tratamiento intensivo de estreptomicina, debido a varios chancros sifilíticos en sus cuerdas vocales, se desplazó a la península, y una vez curada de sus dolencias abrió una consulta especializada en masaje ayurveda que aprendió de un maestro huido de Sri Lanka por ciertos malentendidos con una de las esposas de un  jefe guerrillero de la minoría tamil a quien no le pareció bien que los masajes aplicados con aceite tibio los hiciese sobre el monte de Venus y la zona anal en vez de la frente como está escrito en las prácticas del śirodhara. Seducida por la técnicas orientales se especializó posteriormente en los masajes thai, especialmente en la estimulación dolorosa de los puntos y meridianos del cuerpo, teniendo gran aceptación sus innovadores masajes terapéuticos con guante de esparto.

   Una vez muerto su mejor cliente, el arzobispo de Mongolia en el exilio, trabó amistad con Lupercio Fernández Verdugo de España, insigne economista y alto funcionario encargado de la Promoción del Empleo en el último gobierno neoliberal elegido y soportado por todos los españoles. Alcanzó importante notoriedad entre ciertos sectores ultra-liberales, por proponer un decreto-ley instaurando el despido obligatorio cada seis meses para todos los trabajadores excepto los de alta dirección, con el argumento por otra parte bastante consecuente, de que si el despido libre generaba confianza entre los empresarios y por tanto generaba empleo, el despido obligatorio tenía que generar más, puesto que obligaría a realizar nuevas contrataciones masivas por los menos dos veces al año.

Hombre extenuado física y mentalmente por sus múltiples obligaciones, descubrió en los novedosos métodos de relajación de la doctora Peláez de la Buena Traza una forma de encontrar el sosiego al final de sus intensas jornadas laborales para la alta Administración del Estado. Quizá alguien con una mente menos abierta y liberal que él, hubiera encontrado excesivos los baños de lejía, los masajes basados en látigos de cuero seguidos de friegas con alcohol y las masturbaciones con guantes de esparto que esta le realizaba, pero a él le servían para liberar su espíritu de aquella sensación de malestar que le causaban los inevitables focos de miseria y desesperación que su agresiva política de dinamización de la economía y el empleo creaba entre un sector marginal de la población de un 48,8 por ciento de la misma,   según las últimas estadísticas.

Como la patria es madrastra con sus hijos más preclaros, hubo un cambio de gobierno y desalojaron a su partido de derecha ultramontana del ministerio.

Desesperado por encontrar una digna ocupación para sus altas miras, en una noche de orgía en un lupanar exclusivo del centro de Madrid, descubrió los placeres de la antropofagia mezclada con altas dosis de cocaina y le desgarró la garganta de un mordisco a una rumana que apenas hablaba español y tenía un vello púbico de un curioso color rojizo.

Cuando fue descubierto por los servicios de seguridad de la conocida mansión, se había comido medio brazo de la rumana y se disponía a empezar con el pezón derecho. Amable pero firmemente se le hizo saber que debía abonar 10.000 € por los daños y que sería mejor que no volviese por aquella casa.

Eso llevó al ilustre prócer a iniciar una carrera de cazador solitario, buscando sus víctimas entre un nutrido grupo de aves de noche, compuesto por prostitutas callejeras, drogadictos y en alguna ocasión, colmo de delicatesen, niños mendigos.

Una noche, cuando estaba a punto de atacar a una presa, una joven senegalesa a la que llevaba acechando desde hacía horas y que suponía bien macerada por los 6 viajes que esta había dado con distintos hombres a una mísera pensión de las que alquilan las habitaciones por horas, fue atacado en la oscuridad y se inició una sorda batalla sin más reglas que la propia supervivencia ni más objetivo que acabar con el contrario. Terminaron ambos con varias heridas mortales de necesidad.

Aunque él no lo supiera el furioso oponente era Indalecio Fernández de la Bella Casa, un avezado cazador solitario de las cloacas  y seguramente hubieran constituido una fructífera sociedad si se hubieran conocido en otras circunstancias.

Agonizantes, fueron descubiertos  por varios drogadictos que en aquel momento compartían jeringuillas, todas repletas de retrovirus del SIDA. Los despojaron de sus carteras, los sodomizaron mientras agonizaban y los arrojaron al Manzanares donde fueron devorados por los mismos peces,  malolientes y sucios,  que pueblan los ríos en las zonas urbanas que atraviesan.

Si los hubiera visto algún filósofo de los que buscan la verdad en los vapores del alcohol de garrafa de las tabernas de última hora, seguramente habrían dicho: 

Ponme otra ronda, Paco. Que huele a muerto.

 Así sea.


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