Imagen de Myra Johnson en Pixabay
Llevaba seis meses sin pareja y necesitaba un desahogo. Se encaminó al barrio chino y escogió una calle y un bar al azar.
Negoció precio y
servicios con el chino de la entrada que no hablaba español. No acabó de
enterarse muy bien lo que estaba contratando, pero el chino le indicó por señas
que esperase a que se encendiera la luz verde del fondo.
Entró por la puerta
situada bajo la luz, y se encontró en una habitación que tenía por decoración
una enorme cama impolutamente blanca. Encima
de la cama una espléndida mulata que vestía un body con la inscripción “Manos
de santa”. Ni que decir tiene que las manos le hicieron ver las estrellas de
placer.
Satisfecho, se dirigió
al fondo de la habitación y abrió la puerta que señalaba salida. Una nueva
habitación con una cama también impolutamente blanca. Encima de la cama una
sensual pelirroja vestía un body con una inscripción “Boca de fresa”. Y con la
boca lo hizo vislumbrar el cielo.
Buscó ya un poco
cansado la puerta de salida y entró en una habitación con una cama blanca como
la nieve. Una explosiva rubia vestía un
body que decía “Tómame”. Y la tomó y se vació hasta el último suspiro.
Se sintió incapaz de
seguir avanzando. Así que maldijo al chino y dio la vuelta para deshacer el
camino recorrido.
Abrió la puerta y la
habitación tenía ahora una cama de un empalagoso color caramelo. Una monstruosa
mujer con brazos cual jarretes de ternera y pechos como ubres de vaca lucía
un body con la leyenda “Cómeme”. Al acabar pensó que no volvería a tener
apetito de mujer en años.
La siguiente puerta le
condujo a una habitación a oscuras. Entró y
la puerta se cerró pesadamente. Una luz muy tenue iluminó una cama de
color caramelo aunque ahora de menta, donde un chino descomunal lucía sus atributos
excesivos. Su body lucía la leyenda “martillo”
Resignadamente se echó
en la cama boca abajo, preguntándose qué
habría en la siguiente habitación.
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