Las pequeñas manías de cada uno, a veces nos estropean la vida.
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En los dieciséis años que
llevábamos casados Marta siempre se
había portado como una buena compañera de vida y de cama. Pero tenía una
costumbre que me sacaba de quicio.
Cuando se metía en la bañera
y lo hacía casi todos los días, empezaba a pedirme útiles que necesitaba y que
había olvidado llevarse:
- - Paco, tráeme el gel.
- - Voy
- - Paco, acércame la esponja
- - Voy
- - Paco, el cepillo del pelo
- - Voy
Aquel día me llamó:
- - Paco, dame el secador de pelo.
Se lo dí. Después de enchufarlo.
Fue un hermoso estallido.
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