Hoy me dejé llevar por la ternura, pero prometo no volver a hacerlo ¿o si?
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Los minutos se le
hacían horas esperando que terminase la operación. Una mastectomía no es una
operación complicada en general, pero era la segunda que le hacían a Claudia. Y
él tenía miedo. Antes, en la sala de espera de los hospitales se podía fumar y él
que no lo había hecho nunca, ahora de buena gana se fumaría un paquete completo
solo por distraerse, por pensar en otra cosa.
Y por distraer el
tiempo, se puso a pensar cómo se habían conocido.
Fue en una fiesta de
prado, el verano en el que había acabado el Bachiller y dudaba si continuar con
un módulo de Formación Profesional o acceder a la Universidad. Siempre había
sido un estudiante mediocre, no se consideraba muy listo y aunque sus padres lo
animaban él estaba más decidido por hacer un módulo de administrativo y buscar
trabajo. Buscaba una novia de verano, alguien que le llevase un bocadillo
cuando fueran a la playa y con quien pasar los largos días estivales, pero sin
ningún compromiso posterior, no quería atarse a nadie tan joven.
En el bar de la fiesta
coincidió con un grupo en el que había un par de compañeros de instituto. Como
no tenía ningún plan mejor se unió a ellos. En el grupo estaba Claudia con un
novio al que no parecía prestar mucha atención. Pensó que se estaba aburriendo
con él y la verdad es que el chaval tenía aspecto de ser un muermo. Tampoco le
dedicó demasiada atención, porque lo que le preocupaba era encontrar una novia
para el verano. Aquel día, aunque lo intentó, no tuvo suerte.
A los quince días, en
otra de las fiestas de prado que abundaban durante el verano, volvió a
encontrar a Claudia, pero esta vez iba acompañada de un par de amigas. Ni
rastro del novio. La sacó a bailar.
-
Hola, Jaime ¿Qué tal estás?
-
Bien ¿y tu novio?
-
¿Carlos?. Lo dejé, era un pesado
-
A mi me dijeron que te había dejado él –
se lo dijo por tomarle el pelo, ni siquiera sabía que habían dejado de salir
-
Bueno, puede ser, pero era un pesado.
Había acabado el
pasodoble.
-
¿Viniste solo?
-
Si, yo soy un lobo solitario – le dijo
por hacerse el interesante.
-
¿Y tú?¿No tienes ningún admirador?
-
No, no tengo gana de aguantar a nadie. Los
hombres sois un poco pesados – dijo ella haciéndose también la interesante
-
¿Te apetece que bailemos otra pieza?
-
Vale, si no me pisas – y se rió
A pesar de considerarse
un lobo solitario y que a ella los hombres le parecían unos pesados, desde
aquel día nunca se volvieron a separar.
Y estudió
administrativo y se colocó en una gestoría. Claudia trabajaba en una droguería,
en la sección de artículos especializados para el hogar y el jardín.
No era guapa, pero si
mona y muy simpática y a él lo enamoró desde muy pronto. Jaime era más bien
bajo y un poco, solo un poco, entrado en carnes. Pero era cariñoso, romántico y
bueno. Y al final del verano ella sintió que era el hombre con quien quería
pasar su vida.
Y se casaron. Se
casaron un día de semana, a las 12 de la mañana y solo invitaron a sus
respectivos padres y a dos abuelas por parte de ella y un abuelo por parte de
él. Ninguno tenía hermanos. No les gustaban las bodas tradicionales, llenas de
gente que apenas conocían y de ritos
como el vals nupcial que consideraban absurdos.
Muchos pensaron que se
casaban de una forma tan discreta porque ella estaba embarazada. A ellos no les
hubiera importado, pero ni lo estaba ahora ni tampoco en los siguientes tres
años, por más que no usaban ningún sistema anticonceptivo.
Pensaron en consultar
con un médico, pero les pareció que los hijos los había que hacer con amor, no
con tratamientos. Y decidieron dejar que la naturaleza escogiese el momento del
embarazo, pero la naturaleza nunca se decidió.
Después de la decepción
de los primeros años, tampoco les importó. Se querían. Se completaban y
realmente no necesitaban a nadie más. Pasaron años de felicidad y después
vinieron las inevitables enfermedades de los padres, fruto de la edad. La madre
de Claudia había tenido un cáncer de mama hacía ya más de diez años y ahora
empezaba con un problema de Alzheimer. La madre de Jaime había tenido un
infarto. Y los padres de los dos habían muerto hacía varios años. Fueron años
complicados que sin embargo no resquebrajaron demasiado su dicha y finalmente
las cosas mejoraron, la madre de Jaime estaba recuperada y hacía vida normal y
una tía de Claudia, ya viuda, había
venido a vivir con la madre y eso les quitó presión aunque seguían visitando a
ambas regularmente.
Y cuando parecía que la
vida volvía por sus cauces, a Claudia le salió un bulto en el pecho derecho.
Los médicos confirmaron que era un tumor maligno y después de varias pruebas y
tratamientos, le recomendaron una mastectomía total.
Cuando les dieron la
noticia a Claudia se le hundió el mundo y lo miró buscando un apoyo. Él, que
también se sintió derrotado por la noticia, trató de sonreir y nunca llegó a
saber si lo había conseguido.
-
¿Qué opinas? – le dijo ella, por la
noche, ya en la cama.
-
Adelante, lo importante eres tú. Con un
pecho o con los dos.
Fue una noche de
vigilia, los dos haciéndose los dormidos para no despertar al otro. Por la
mañana llamaron al doctor que llevaba su caso y decidieron que sí, que se operaba.
La operación salió
bien, sin problemas, pero lo peor fue el postoperatorio. Ella estaba deprimida
por verse sin un pecho y él estaba deprimido por verla deprimida a ella.
Algunas noches ella se tragaba las lágrimas para dejarlo dormir a él y otras
veces no podía contenerlas y entonces la consolaba y le daba todo el cariño que
tenía dentro. Después, cuando se quedaba dormida de agotamiento, masticaba su
propio dolor como si fuera un medicamento amargo pero inevitable.
Un día, tratando de
hacer una broma, esas bromas que se hacen para el otro porque a ti te dejan un
sabor de amargura en el corazón, le dijo:
-
Ahora tienes que darle mucho cariño a mi
teta izquierda, porque es una teta viuda.
También a él le resultó
amarga la broma, pero el nombre de la teta viuda perduró.
Con el tiempo Claudia
se recuperó de sus heridas físicas y los dos de sus dolores de amor y hasta
recuperaron sus noches de amor, que tuvieron menos pasión pero más ternura que
nunca. Y Jaime no se dormía ninguna noche sin antes besar la teta viuda de
Claudia.
Pasaron ocho años y en
una revisión los médicos les dijeron que recomendaban una mastectomía total del
otro pecho, en previsión de posibles problemas. Fue como volver a pasar otra
vez el mismo calvario pero ampliado y mientras esperaba que le informaran de cómo
había ido la operación, pensó con pena que nunca volvería a acariciar la teta
viuda.
La operación salió bien
y la recuperación física fue rápida pero el postoperatorio fue doblemente
doloroso. Claudia estaba mucho más deprimida que la vez anterior y Jaime
también y necesitaron ayuda psicológica.
Cuando ya estaban
remontando, porque el cariño a veces es más fuerte que cualquier medicamento,
una noche ella le dijo tratando de quitarle importancia, pero expectante por la
reacción de Jaime:
-
Ahora ya nunca podrás acariciar la teta
viuda.
Él esperaba este
comentario desde hacía tiempo y tenía preparada la respuesta:
-
Pues no sabes que contento estoy.
Ella lo miró,
sorprendida de la contestación:
-
¿Por qué dices eso?
-
Porque ahora estoy seguro de que el
viudo no voy a ser yo.
Le dio un beso muy
suave en la boca y notó una lágrima que no sabría decir cuál de los dos la
había llorado. Por primera vez desde la operación se atrevió a abrazarla
estando seguro de que ella no lo iba a rechazar.
Y se quedaron dormidos
muy juntos, hasta que la mañana se coló a través de los cristales y los bendijo
con un nuevo día.
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