Todo
empezó con la costumbre de depilarse con navaja de afeitar. Todas las semanas
la afilaba con todo cuidado frotándola
enérgicamente contra la badana y después se metía en el plato de ducha para
afeitarse cuidadosamente todo el cuerpo.
A
partir de aquí, una sucesión de errores absurdos le cambiaron la vida. Se
distrajo escuchando la radio y cuando estaba depilando el vello púbico pisó
distraídamente la pastilla de jabón, resbalando en el suelo de la bañera. Al
perder el equilibrio, el brazo que sostenía la navaja de afeitar describió un
semicírculo seccionando el pene de forma completa a la altura de los
testículos.
Después
solo hubo confusión, voces, el aviso al 112, el traslado al hospital y una vez
en el quirófano el miembro seccionado no aparecía. Fueron nuevamente a buscarlo
a su casa pero el miembro no aparecía por ningún sitio. Finalmente la mirada de satisfacción del gato dio una
idea de lo que había pasado.
Le
salvaron la vida, pero quedó eunuco.
Sacrificó al gato y nunca
volvió a sonreir…
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