Al primer pitido del despertador,
me levanté como todas las mañanas. Hice mis deposiciones, me duché, preparé el
desayuno y después de tomarlo, me vestí
con mi ropa de trabajo.
Escuché en la radio el avance de
las noticias de las siete y comprobé que otro día más no había motivos para la
esperanza.
Antes de marchar, volví a la
habitación para despedirme de mi mujer. La encontré muerta en la cama.
No sabía qué hacer. Me acosté y
volví a dormirme.
Cuando sonó de nuevo el despertador todo seguía igual.
Me dio pereza levantarme a
desayunar. Di media vuelta y traté de seguir durmiendo.
Empezaba a oler mal.
2 Comentarios
Ya actuarán los vecinos. Cuestión de tiempo.
ResponderEliminarNo cabe duda de que eres un estoico
EliminarAgradeceré tus comentarios aquí