Y se ríe.
Al principio se pone sería,
se alisa el mandil y me señala con el dedo.
Solo es una pose, tiene que respaldar el previsible enfado de
padre cuando vuelva esta noche.
La dejo que tenga su
momento, finjo arrepentimiento.
Me riñe. Bajo la mirada y
suspiro.
Después, como siempre, alzo
la cabeza y la miro fijamente, suavemente, con una sola lágrima mercenaria arrasando
mi mejilla.
Sonrío con timidez y extiendo
las manos hacia ella. No lo puede evitar y se ríe, como todos los trimestres.
Veo el boletín de notas ya
olvidado sobre la mesa. Diría que nos mira boquiabierto.
0 Comentarios
Agradeceré tus comentarios aquí