Sobre el blog

Historias alegres que parecen tristes, historias rancias en busca de unas gotas de modernidad, relatos ingenuos pero cargados de mala intención

LA PUERTA

 





Al final del pasillo había una puerta que nunca me atreví a abrir.

Desde la muerte de mis padres vivía en casa de la tía Asunción y me tenía advertido que nunca debía traspasarla.

Durante mi infancia aquella puerta fue a la vez una tentación y una fuente de miedos infantiles. Habría dado mi mano derecha por abrirla y espiar lo que había dentro y al mismo tiempo sabía que no podría soportar los posibles horrores que me estaban esperando detrás de aquel lugar secreto.

Cuando terminé mis estudios y marché a trabajar fuera de la ciudad, visitaba regularmente a mi tía y siempre pensaba en abrirla, pero ella me recordaba en cada visita que no lo hiciera. Nunca pude burlar su vigilancia.

El día que murió yo estaba con ella. Sus últimas palabras fueron para recordarme que bajo ninguna circunstancia debía de traspasar la puerta.

Después de que al día siguiente el Notario me hiciera entrega del testamento en el que me nombraba su heredero universal, decidí por fin abrir la maléfica puerta. Tenía que descubrir lo que había detrás.

No sabía dónde estaba guardada la llave, mi tía nunca me lo había dicho. Busqué por toda la casa durante dos días y cuando ya desesperado iba a llamar a un cerrajero, la encontré guardada dentro de unos zapatos viejos de la tía que había apartado para tirar a la basura.

Con el corazón a punto de estallarme, metí la llave en la cerradura y abrí la puerta. Detrás no había nada más que el muro general del edificio. Era una puerta falsa.

Desde el retrato colgado en la pared frontal del salón, la tía parecía reírse socarronamente.

Resolví un misterio y obtuve una decepción. Finalmente yo también me eché a reír.

A continuación retiré su retrato del salón y lo llevé al cuarto trastero.

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2 Comentarios

  1. ☺️ Vaya con la tía! No sé ni qué me imaginé. Me gustó, me ha hecho sonreír. Saludos!

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  2. Gracias por tu comentario, Maty. Te animo a leer otros relatos del blog

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