Al atardecer salía a pasear por
la alameda. Bella y distante, siempre vestida de negro y acompañada de Trosky,
su perro de lanas.
Ausente en apariencia, gustaba
sentir las miradas de deseo de los hombres y la envida de sus mujeres.
Con el tiempo los hijos
sustituyeron a los padres y otro Trosky
sustituyó al primero. Pero los años no tenían valor para dejarle marca.
Pasaron los años y una tarde,
en la alameda, no sintió sobre si las miradas de deseo y de envidia. Al cruzar
delante de un grupo de jóvenes, alguien comentó:
- - Mira
que perro más guapo.
Pensó que el mundo estaba
cambiando y ella tenía que adaptarse.
Regaló el perro al jardinero y
decidió pasear sola.
Imagen de BARBARA808 en Pixabay
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