El campesino se levanta al alba. Desayuna las viandas que le prepara la mujer y se va a
trabajar a sus campos. Siembra trigo para comer y cebada para alimentar a sus
animales y hacer cerveza. Cuida de los árboles que le proporcionan frutas y
mantiene una huerta donde cultiva hortalizas y legumbres.
El campesino vive con su mujer en las afueras
de la aldea. Sus campos están a una legua de distancia y para llegar a ellos
tiene que pasar al lado de la casa del carretero.
El carretero hace largos viajes a otras
poblaciones llevando y trayendo las mercancías que se necesitan en cada lugar.
Esto le hace pasar muchos días fuera de su casa.
Delante de la puerta de la casa, se encuentra
al sacerdote, postrado en una zanja al lado del camino. Parece haberse
retorcido un pie y no puede caminar. La mujer del carretero intenta ayudarlo a
levantarse sin conseguirlo. El sacerdote y la mujer huelen a cerveza.
- Buenos
días – dice el campesino, sin pararse
- Campesino,
espera – le dice el sacerdote
- No
te vayas, campesino – le dice la mujer
- Voy
a atender mis campos y no me sobra mucho tiempo – contesta el campesino.
- Tienes
que ayudarme, campesino. Llevas una caballería y necesito que me transportes
hasta mi casa – le ordena el sacerdote
- ¿No
está el carretero en su casa?¿no puede ayudarte él? – pregunta el campesino, no
sin malicia.
- El
carretero está de viaje y que dios te maldiga si no me ayudas a mi, que soy su
representante – dice el sacerdote.
El campesino piensa que no le conviene
enemistarse con alguien tan poderoso como el sacerdote y decide ayudarlo.
- Está
bien sube a la grupa del caballo y te llevaré.
Por el camino, el
sacerdote le dice al campesino:
- Campesino,
no debes decir a nadie que me has encontrado ni donde, o juro por dios que
maldeciré todos los días de tu vida.
- Sacerdote,
a mí solo me importan mis tierras, mis animales y mi mujer. Para nada me interesa donde estabas o lo que hacías.
Al llegar a su casa, el sacerdote piensa que
debe comprar de alguna manera la voluntad del campesino, pero como es muy avaro
no quiere darle oro ni plata. Así que le dice:
- Campesino,
en agradecimiento por tu ayuda y para recordarte que debes guardar silencio
sobre ella, puedes pedirme un deseo. Un solo deseo, y yo rezaré para que se
cumpla.
- Pero
recuerda que si faltas a tu promesa el deseo se volverá en tu contra – recalcó
el sacerdote.
- Sacerdote,
la única diosa en la que creo es mi mujer, que llena mis días y sobre todo mis
noches con su amor. Lo único que deseo es conocer y sentir aún más
profundamente a mi mujer – contestó el campesino.
- Sea
– le dijo el sacerdote dándole su bendición.
El
campesino se encaminó a sus campos y el sacerdote a sus devociones.
Aquella
noche, el campesino llegó a casa más tarde que de costumbre, por el tiempo que
había perdido ayudando al sacerdote.
- Que
te pasó, que llegas después de ponerse el sol – le dijo la mujer.
Y el campesino, que no tenía secretos para
ella, se lo contó sin acordarse de su promesa.
Después de cenar una ración de gachas,
acompañadas de pan y abundante cerveza, el campesino y la mujer se fueron a la
cama.
El campesino recordó entonces la conversación
con el sacerdote y al abrazarla la conoció y sintió como nunca antes lo había
hecho:
Sintió sus oídos y la cera que taponaba sus
conductos internos.
Sintió su nariz aguileña y también la
mucosidad que almacenaba su orificio nasal.
Sintió su boca y también sus dientes y su
olor a la comida recién deglutida.
Sintió su aparato digestivo y los alimentos atacados
por los ácidos que los procesaban.
Y los intestinos, repletos de heces, buscando
el ano listos para la defecación.
Y la vejiga
repleta de orina y el menstruo buscando la salida a través de su vagina.
Por un momento se sintió desconcertado.
A la mañana siguiente, cuando iba a trabajar
sus campos, el campesino se encontró otra vez al sacerdote junto a la casa del
carretero.
- Buenos
días, sacerdote
- Buenos
te los de dios, campesino
- Tu
dios es muy poderoso, sacerdote, porque ha hecho realidad mi deseo. Este
domingo iré a tu iglesia, sacerdote.
- Serás
bienvenido, campesino.
El
campesino, la mujer, el sacerdote y la carretera fueron bastante felices el
resto de sus vidas.
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