Para el fin de semana, lo mejor es un relato que no nos obligue a pensar mucho. Una historia amable, de aventuras, que no resulte pegajosa, sucia ni untuosa
-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Cuando la Universidad me ofreció aquella beca para visitar una tribu recién descubierta en la Amazonia peruana, no dudé en aceptarla. Era una buena oportunidad para un antropólogo como yo.
A Iquitos llegué en
avión y de allí partimos una expedición de cuatro personas: tres indios
amazónicos que harían de porteadores e intérpretes y yo.
Viajamos durante semanas por la selva hasta llegar a
los confines de la zona que se suponía era el territorio que la tribu
desconocida. A las dos horas de adentrarnos en él salieron a recibirnos dos
hombres y tres mujeres armados con arcos y completamente desnudos.
Nos condujeron al
poblado que estaba compuesto por una docena
de simples cabañas de techo vegetal y siendo ya de noche nos indicaron una vacía donde
podíamos dormir.
Al día siguiente nos
presentaron al jefe y su compañera. Iban también desnudos y nos indicaron medio
por señas y medio a través de los indios que me acompañaban, que yo debía
desnudarme también. Lo hice y me sentí
estupendamente.
Después de la comida
principal del día se reunió toda la tribu para conocerme, porque nunca habían
visto un hombre blanco.
Por lo que pude
averiguar existe una total igualdad entre hombres y mujeres, que se
intercambian los roles de forma indistinta, salvo el sexual.
Los hijos los crían en
común, porque aunque se agrupan en parejas estas no son muy estables y la paternidad de los hijos es
dudosa.
Tienen una forma
original de saludarse entre un hombre y una mujer , ella le coge el pene con su
mano en reconocimiento de su virilidad y él le acaricia un pecho en
reconocimiento de su capacidad para dar nuevas vidas. Se mantienen así mientras
dura la conversación. Si son dos hombres o dos mujeres, no hacen nada, porque tienen
los mismos valores.
Me fueron reconociendo
todos los indígenas, siendo la última la compañera del jefe, que tenía unos espléndidos pechos y se
demoró preguntándome cosas de mi tierra.
Al terminar me
expulsaron del poblado. No está bien visto dejarle la mano pringosa y húmeda a
la mujer del jefe.
Imagen creada con IA
0 Comentarios
Agradeceré tus comentarios aquí