Sobre el blog

Historias alegres que parecen tristes, historias rancias en busca de unas gotas de modernidad, relatos ingenuos pero cargados de mala intención

EL AMOR DE UNA MUJER

 El amor tiene matices, tiene caras diversas, tiene aristas. ¿Quién se atreve a juzgar a los demás?

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EL AMOR DE UNA MUJER





Todos estaban de acuerdo que Belén era una buena chica, seria y estudiosa. Pero con dieciocho años y a punto de entrar en la Universidad, nunca había tenido novio. Y no es porque ella no hubiera querido, que si quería, como casi todas las chicas de su edad. Es que nunca nadie se lo había propuesto.

Belén era fea. Era fea, de cara ancha y asimétrica, cara de pánfila, nariz grande y ganchuda y ojos muy juntos que hacían que su mirada bizqueara. Y era gorda, una gorda triste que ya no iba a los bailes porque le tocaba estar siempre sola en la mesa mientras sus amigas bailaban y ligaban con los chicos que a ella no le dedicaban ni una triste mirada. Pero tenía un corazón grande, un corazón capaz de llenar de ternura a cualquier hombre que mirase más allá de lo físico. Y era dulce y soñadora, capaz de colmar de sueños el corazón de cualquier hombre que hubiera querido encontrarlos. Y siempre esperaba no que apareciera un príncipe azul, que no era tan ingenua, le bastaba con un hombre normal que le diera un beso y le dijera “te quiero”.

Belén tenía un hermano, Borja, dos años mayor que ella. A Borja le habían tocado todos los genes buenos de la familia. Era alto, rubio, tenía unos ojos color miel que le daban un aspecto soñador y su boca hacía soñar con un beso a todas las chicas de su clase. Le faltaba, eso si, el corazón grande y la capacidad de soñar de Belén. Borja era una cáscara vacía, sin fruto interior. Borja tampoco había tenido nunca novia.

Después de las vacaciones de Navidad, se incorporó en la clase de Belén un chico que procedía de otra provincia. A su padre, director de un banco, lo habían trasladado aquellas Navidades a la ciudad de Belén y Arturo, que así se llamaba el chaval empezó a clase justo después del día de Reyes. Y por afinidad de apellidos le tocó compartir mesa con Belén. Para ella fue el mejor regalo de Reyes que hubiera podido imaginar.

Arturo era tímido, bien parecido sin ser guapo, de una elegancia sencilla y natural y además pronto quiso hacer amistad con ella.

En los descansos entre clases la acompañaba al bar del Instituto y la invitaba a café o una infusión. Le preguntaba por los estudios y por la gente de clase ya que no conocía a nadie, pero no parecía demostrar interés por ninguna otra chica del curso aunque alguna intentó hacer una aproximación:

-       Hola, Belén, hola Arturo. Esta tarde al salir unas cuantas amigas vamos a ir al cine. Igual a Arturo le gustaría venir.

-       No, le contestó Arturo. Voy a ir con Belén a la presentación de un libro de poesía. Pero gracias por acordarte de nosotros.

Aquella chica solo se había acordado de Arturo, no de Belén. Y a ella le supo a gloria la contestación de él. Cuando la otra se marchó, le dijo:

-       No sabía nada de la presentación del libro de poesía.

-       Lo leí hoy en la prensa ¿te apetece?

-       Por supuesto, claro.

Y Belén fue feliz como no recordaba haberlo sido nunca. Durante la clase de Física estuvo distraída contra su costumbre y al final de la misma acabó confesándose que estaba enamorada.

Al salir de la presentación del libro, Arturo la acompañó una parte del recorrido hasta su casa. Vivían relativamente cerca, en el mismo barrio y justo en la esquina donde se torcía hacia su calle se separaban, porque él vivía dos manzanas más allá.

-       ¿Quién es ese chico que ayer te acompañó hasta el instituto? – preguntó Arturo como sin mucho interés.

-       Ah, es mi hermano Borja. Está en la Facultad de Derecho y le pilla de paso. Es un par de años mayor que yo.

-       Es muy guapo ¿no?

-       Si, puede ser. Es mi hermano, no me había fijado.

-       Bueno, hasta mañana, Belén.

-       Hasta mañana, Arturo.

Llevaba varios días esperando que al despedirse él le diese un beso. Pero siempre se despedía de manera agradable, pero muy correcta. Mantenía la distancia.

Ahora que se había confesado a si misma que estaba enamorada, se había decidido a luchar por Arturo. Estaba segura de que a él también le gustaba ella, pero era muy tímido y le costaba trabajo decidirse. Iba a hacer todo lo posible por empujarlo un poco y se sonrió.

Durante la cena, los padres se extrañaron de que a pesar que de primer plato había brécol y Belén siempre protestaba porque no le gustaba, lo comió sin rechistar y con una sonrisa en la cara:

-       ¿Ya te gusta el brécol, Belén? – le preguntó su madre.

-       Pareces muy contenta ¿hay algún motivo especial? – le preguntó el padre con interés.

-       Será por ese amigo que tiene en el Instituto. La ví anteayer con él y es muy guapo – dijo Borja.

Belén se puso colorada de vergüenza y trató de desviar la conversación. Los padres pensaron que sería mejor no meterla en aprietos pero se alegraron que por fin tuviera un amigo, como todas las chicas a su edad. Sabían de sobra lo buena y trabajadora que era Belén, pero sentían pena de que fuese físicamente tan poco agraciada.

Al día siguiente se levantó una hora primero y contra su costumbre se maquilló, se pintó los labios y la raya de los ojos. Escogió uno de los tres vestidos que la noche anterior había preseleccionado, eso sí, después de probarse y reprobarse los tres varias veces. Y finalmente puso unos zapatos de tacón, de medio tacón, pero era mucho más que los zapatos planos y sin gracia que acostumbraba a usar para ir a clase.

La madre la quedó mirando cuando bajó a desayunar y sonrió:

-       Te has puesto muy guapa, Belén – le dijo con cariño.

-       Bah, desperté pronto y me arreglé un poco.

Iba nerviosa al instituto pensando en lo que diría Arturo al verla. Pero él llegó tarde y no pudieron hablar hasta la hora del descanso:

-       Estás muy mona, Belén. Te sienta bien ese vestido – dijo él

-       Gracias – se sintió un poco decepcionada.

Hubiera esperado algo más de entusiasmo por su parte. De todos modos siguió arreglándose todos los días y Arturo le decía que estaba guapa, pero de forma convencional. La relación no avanzaba y empezó a desmoralizarse.

El viernes, cuando llegaron al punto donde se despedían, Arturo se entretuvo más de lo habitual, como si quisiera decirle algo y no se atreviese:

-       Belén, ¿tienes algo que hacer el domingo?

-       Déjame consultar mi agenda – bromeó ella, aunque interiormente estaba nerviosa porque sabía que le iba a proponer algo.

-       No, tengo el día libre.

-       ¿Te gustaría que quedásemos para ir al cine?.

-       Claro que si – iba a añadir “pensé que no me lo ibas a pedir nunca”, pero él no había terminado.

-       Puedes decirle a tu hermano que si quiere venir – añadió él.

-       ¿A mi hermano? – Belén no entendía nada.

-       Sí, me cayó bien el otro día. No podía ser de otra manera siendo hermano tuyo – añadió galante.

-       Bueno, no sé si querrá. Se lo preguntaré…

-       Yo saco las entradas por Internet. Mándame un whatsapp diciendo si viene. Hasta el domingo, entonces.

-       Hasta el domingo. Uno

No sabía que pensar, no le encajaba para nada lo de llevar carabina. Que una chica buscase una carabina en estos tiempos no era normal, pero un hombre… De todos modos seguro que Borja tiene otros planes.

Y le preguntó a Borja cuando llegó a casa:

-       Borja, el domingo voy con Arturo al cine.

-       Vale.

-       Y me dijo que si querías venir, que le habías caído muy bien. Pero claro, tendrás otros planes.

-       Pues mira, me apetece mucho, él también me cayó  bien.

Durmió mal, le parecía una situación irreal. Pensó que había estado equivocada, que seguro que Arturo solo tenía interés en ella como amigo y por eso invitaba también a Borja. Pensó mil cosas hasta que se durmió.

Se vieron frente al cine. Borja y Arturo se saludaron como viejos amigos y estaba claro que se tenían simpatía. No era difícil, Borja siempre caía bien a los demás.

Arturo se sentó en el centro, con Belén a su derecha y Borja a su izquierda. La película era un reestreno,  Notting Hill con Hugh Grant y Julia Roberts. Ella ya la había visto hacía unos años, cuando la estrenaron pero le resultó tan tierna como la primera vez. Al poco de empezar la proyección, Borja le cogió la mano y se sintió tan feliz que le entraron unas enormes ganas de llorar y no pudo reprimir que las lágrimas le resbalasen por la cara. Al cabo de un rato decidió que tenía que ir al servicio para lavarse con agua fría y arreglar la pintura de labios y ojos.

Al volver, estaba un poco desorientada y no sabía muy bien donde estaban sentados. Cuando los ojos se le acostumbraron a la oscuridad localizó a Arturo y Borja. Y lo que vio la dejó desconcertada, hubiera jurado que se besaban en la boca. No, no podía ser, seguro que fueron figuraciones suyas.

Cuando se sentó, Arturo, muy cariñoso la besó en la mejilla y volvió a cogerle la mano. No, no podían haberse besado, seguro que fueron figuraciones suyas.

Al salir del cine. Borja los invitó a tomar una cerveza y les contó varias anécdotas de la Facultad. Sabía despertar la atención de los demás cuando hablaba y Belén se sintió un poco celosa por la atención que le prestaba Arturo.

Se dirigieron los tres hacia casa, pero esta vez Arturo los acompañó hasta el mismo portal.

-       Bueno, yo voy subiendo – dijo Borja

Y Belén se alegró de que se dispusiera a dejarlos solos.

-       Pues hasta mañana- le dijo Arturo y le dio sin miramientos un beso en la boca que Borja aceptó con agrado.

Belén quedó fría, si en aquel momento la cortan, no sangra. Arturo aprovechó el momento para darle también un beso en la boca que ella ni aceptó ni rechazó. No sabía qué hacer.

-       Comprende, Belén, me gustáis los dos. Yo soy bisexual y Borja y tú os complementáis. Tú tienes una gran belleza interior y la de Borja es más superficial. ¿Por qué no podemos ser felices los tres?.

No dijo nada, no le contestó. Dio media vuelta y salió corriendo y llorando hacia el portal. Los padres habían salido y solo estaba Borja que veía tranquilamente la televisión mientras tomaba un refresco.

-       Cabrón, como puedes hacerme esto, tú tienes a quien quieras y Arturo es el primer hombre que se interesa por mí – le dijo escupiendo las palabras con rabia.

Se encerró en la habitación y lloró. Todo se mezclaba en su cabeza, ella quería a Arturo, pero Arturo quería a los dos y Borja seguramente no quería a nadie como querían ellos, pero a su manera sentía algo por Arturo y siempre había sido un buen hermano. Y estuvo pensando y llorando hasta el amanecer.

Se levantó pronto, se vistió y como hacía últimamente se pintó los labios y los ojos. Aún no se había levantado nadie y dejó una nota a su madre diciendo que marchaba pronto para ir a la biblioteca a hacer un trabajo. La verdad es que necesitaba despejarse con el aire de la mañana y pasear un poco para tranquilizar los nervios.

Cuando llegó al instituto  Arturo no había llegado aún. Se sentó y esperó. Al poco rato llegó él y se sentó a su lado. Parecía que tampoco había pasado una buena noche, cuando la miró vio una enorme tristeza en su mirada y supo que quería estar al lado de aquel hombre que le demostraba que tenía miedo de perderla.

-       Si quieres volvemos a ir al cine…los tres.

A los ojos de Arturo asomó nuevamente la alegría. Había amanecido nublado, pero en aquel momento salió un rayo de sol.

 

 

 

 


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