Para el fin de semana, os dejo tres relatos muy cortos, pero a pesar de ello muy malos los tres, por Angel B. Garcia
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CAPERUZOTA ROJA
Cuando detuvimos al cazador que había matado al lobo sin permiso, trató de justificarse:
Iba por el bosque – nos dijo- con la intención de cazar una liebre para la cena de mis hijos, cuando me encontré con una anciana vestida con una capa roja que había ido al mercado del pueblo a comprar un queso, un pastel y una jarrita de miel.
- Pero no me acordé que hoy es viernes y el mercado es el jueves – me dijo la abuela.
- Había quedado allí con mi nieta, si la ve dígale que la espero en mi casa.
- ¿Y cómo la conoceré?- le pregunté.
- Es fácil siempre lleva una caperuza roja, tiene la cabeza grande y se llama Caperuzota roja. Mira, te dejo mi capa para que se la des, porque la tiene que llevar a la tintorería – me contestó.
Pensé que eran una familia un poco rara, porque la vieja también iba vestida de rojo. Pero le prometí que si la veía se la daría.
Al cabo de un rato encontré las huellas de una alimaña y por precaución decidí seguirlas para ver donde estaba escondida, no fuera a pillarme por sorpresa.
Llegué a una cueva donde encontré escondido al lobo, que al verme me hizo señas para que me agachase y no metiera ruido.
- Por favor, señor cazador – me dijo- hay una horrible niña que me está buscando porque prometió a su malvada abuela hacerle una alfombra con mi piel.
- No será para tanto – le dije - seguro que es un malentendido.
Pero me senté a su lado y para distraerme le pregunté:
- ¿Cómo se llama la niña?
- Caperuzota Roja – y puso cara de espanto.
Le convencí para que se pusiera la capa de la abuela y si aparecía la niña se hiciera pasar por ella. Le pareció una buena idea.
Estábamos compartiendo mi merienda cuando apareció por el camino una niña rubia con una cabeza enorme, ataviada con una caperuza de color rojo. Como ya estaba oscureciendo, pareció que no se daba cuenta del engaño:
- ¿Abuelita, que haces en el bosque con este señor?
- Es mi novio, Caperucita – mintió el lobo.
- Y claro, estabais haciendo cosas de novios ¿no?
Quise protestar, pero el lobo me dio una patada en la espinilla para que me callara.
- ¿Y cómo tienes las orejas tan grandes?
- Para oír los piropos que me dice mi novio, Caperucita
- ¿Y esa boca tan grande, abuela?
- Para besar a mi novio, Caperucita – dijo el lobo, temblándole la voz
Yo había dejado mis cosas junto al lobo mientras me levantaba para estirar un poco las piernas, que las tenía dormidas de estar sentado.
Caperuzota aprovechó ese momento para coger mi escopeta y pegarle un tiro al lobo.
- ¿Creías que me ibas a engañar, lobo felón? Harás una bonita alfombra en el salón de la abuela.
Después me dio un golpe en la cabeza y quedé sin conocimiento hasta que llegaron Vds., señores policías.
No sabíamos si llevarle al psiquiatra o a los calabozos. Finalmente nos decidimos por estos.
Aún nos íbamos riendo de la increíble historia del cazador cuando salimos de la comisaría.
- Buenos días, señores policías – nos dijeron desde la acera de enfrente.
- Buenos días – contestamos.
Eran Caperuzota Roja y su abuela que se dirigía a la tienda del taxidermista.
CUANDO ERES TONTO
Aquella tarde lluviosa decidí no salir de casa.
Conecté el portátil y entré en Twitter.
Miré mi cuenta. No tenía notificaciones, ni seguidores, ni retwits, ni me gusta en mis entradas
Me hice una foto desnudo, haciendo el pino y con un imperdible atravesando cada uno de mis párpados y la subí.
Mis amigos creen que soy tonto pero pronto empecé a recibir me gusta, comentarios y retwits.
Soy un crack
EL PELIGRO DEL CONOCIMIENTO
Cuando leyó en la Wikipedia que la naranja contenía calcio, magnesio, beta caroteno, ácido fólico, fósforo, potasio, cobre, zinc, ácidos málico, oxálico, tartárico y cítrico, cogió el hacha, salió al huerto y taló el naranjo.
- Así no comeré porquerías – se dijo satisfecho.
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