Empieza a oscurecer. Aquí es
la hora preferida, cuando la noche permite olvidar las propias miserias y aún
las ajenas, sin embargo a mi me trae recuerdos tristes, recuerdos de otros
tiempos. La gente empieza a salir de los pabellones a pasear. Voy a quedarme
aquí, otra tarde más. Prefiero estar en esta habitación compañera de tantos
años. Desde aquí puedo ver todo mi mundo, los tres pabellones grises que desde
mi ventana forman una U invertida rodeados de varias hectáreas de prados
verdes, y alrededor, como una frontera natural que nos separa de forma
irremediable del resto del mundo, una cordillera de montañas. Desde la puerta
principal, como una línea que nos une con la realidad sale una carretera que se
pierde entre las estribaciones de dos montes.
Son ya muchos años soñando
con que la puerta principal se cierra detrás de mí y por fin quedo liberado.
Concretamente 9 años, 2 meses y 3 días.
Pero en el fondo se que es
un sueño. La carretera es estrecha y serpentea por entre las ondulaciones del
terreno. Es una carretera de una sola dirección, sirve únicamente para llegar.
De aquí nadie se marcha
Seguramente alguien podría
decir que no me iba porque no quería, que nadie me ataba a esta situación, pero
al final siempre pasaba algo, siempre había algún detalle cuando ya estaba
hecha la maleta que prolongaba mi estancia en aquel hospital triste y
deprimente. Allí no había cabida para la esperanza. Los enfermos ya habían
traspasado la frontera de la fe y lo único que quedaba, lo único que impedía la
desesperación era la caridad. ¿Dios mío, y por que había siempre aquella
niebla?. ¿Ni siquiera el sol podía soportar nuestra presencia y por eso se nos
ocultaba?. La soledad siempre lleva a pensar tonterías
Al principio, a mi llegada,
pasé por un periodo de incredulidad. No podía ser, no me parecía verdad que
estuviera allí. Siempre es lo mismo, nadie se acostumbra fácilmente al dolor y
la miseria.
Un día, todavía no llevaba
ni un mes aquí, me llamó el Director, un hombre mayor y de modales bruscos,
pero en el fondo lleno de ternura en aquel mundo tan descarnado. Llevaba como
supe después más de 20 años allí, y se decía que había rechazado varias
oportunidades profesionales por no abandonarlo.
- Siéntate, por favor
- Gracias
- Te vengo observando desde que llegaste y te estoy
viendo pasar por lo que todos, pacientes y sanitarios sufrimos al principio.
Todavía no estás asustado, simplemente no te lo crees, pero es verdad. Esto es
el infierno. Seguramente si los que proyectaron el hospital hubieran leído a
Dante, habrían puesto un letrero a la entrada que dijese “El que entre aquí que
abandone toda esperanza”. De aquí nadie se va. Los enfermos, cuando ya están
estabilizados y podrían salir no lo hacen por miedo al mundo exterior, que es
cruel con el débil y rechaza a los que sufren, sobre todo si el sufrimiento se
ve y deja huella.
Me miró no se si con cariño o con lástima.
- Del personal sanitario, que te podría decir. No somos
héroes, no somos mejores que los demás y en el fondo sentimos lo mismo que los
de fuera, pero después de ver esto, después de sufrir con los que sufren, con
el tiempo también perdemos las esperanzas y nos volvemos cobardes. No nos
atrevemos a marchar sabiendo que todas las noches de nuestra vida nos íbamos a
acordar de lo que abandonamos. Vivimos con el temor de que nunca más nos
podríamos mirar al espejo, después de abandonar este mundo sin espejos. No
tenemos coraje para pasar el resto de nuestra vida huyendo de los recuerdos y
nos quedamos.
- Pero hay una forma de sobrevivir aquí. Simplemente no
aspires a nada más que eso, sobrevive.
Puede parecer cruel decirle
eso a alguien que acababa de llegar, pero el Dr. López conocía perfectamente
este mundo nuestro tan cerrado, y lo mejor era eso, sobrevivir.
Los primeros meses fueron
una pesadilla sin principio ni fin. Todos los días iguales, uniformes en el
horror, y con el tiempo en la compasión propia y ajena, pero una mañana ,
después de haber cumplido el primer año de mi estancia, desperté y no me
horroricé del presente ni recordé que había tenido un pasado diferente. Estaba
vacunado contra la angustia.
Y claro, pasó lo que tenía
que pasar. Ella estaba en el pabellón 1, y era pequeña y rubia, no muy guapa,
pero dulce aún en la distancia. Lo que me llamó la atención era que sonreía,
siempre, continuamente, como pidiendo perdón pero sonreía y sin embargo tenía
una mirada triste, más triste que ninguna otra mirada que yo hubiera visto
nunca.
Procuré coincidir con ella,
hacerme el encontradizo lo cual no era difícil en un mundo tan cerrado, tan
estrecho. Empezamos a pasear por las tardes, la hora preferida aquí, cuando la
noche empieza a caer y parece que oculta la realidad.
No fue más que eso, una
costumbre de pasear muchas veces sin hablar siquiera, porque el mundo exterior
no existía para nosotros y el nuestro era lo que queríamos olvidar.
Pasaron varios meses. Un día
me llamó el Dr. López a su despacho
- Siéntate, hijo -siempre nos llamaba así-
- Gracias -me parecía estar viviendo una situación
repetida-
- ¿Que tal sigue Encarnación? -era el nombre de ella-
- Bien, según creo.
- Os veo juntos con mucha frecuencia. No, no digas nada,
los dos sois mayores y esto no es una cárcel. Pero me preocupa. Piénsalo, que
futuro podéis tener...
- En realidad no buscamos ningún futuro
- Si, por supuesto, no buscáis lo que no existe. Aquí no
hay futuro, en el mejor de los casos siempre es presente, pero insisto, si lo
prefieres así, que presente os espera. Nunca en los años que llevo aquí salió
bien una relación así. Los enfermos y el personal sanitario no se mezclan,
viven juntos pero no se mezclan, porque los primeros ya no tienen nada, nada
que ofrecer y los segundos necesitan todas sus fuerzas para no abandonar, para
no salir corriendo de aquí.
- Si, doctor, pero el amor...
- Hijo, aquí no hay sitio para el amor. El venir aquí no
se escoge, simplemente se llega, los enfermos porque los mandan y el personal
sanitario por mil circunstancias, necesidad de trabajo, interés por hacer algo
diferente, caridad, pero nadie sabe lo que es esto hasta que no está aquí y
entonces es demasiado tarde para todos. Qué sentimientos puede haber entre los
enfermos y sus cuidadores: lástima, desesperación, repulsión, piedad. Con eso
no se edifica nada y el amor necesita construirlo para que dure...
- Pero doctor, ¿si no hay esperanza...?
- Ya te lo dije, hijo, limítate a sobrevivir, será mejor
para tí
No le creí, y por la tarde
la fui a buscar como todos los días y seguimos paseando todos los atardeceres. Cuando
llevábamos seis meses de relación, de aquella relación tan inocente, empezó a
decaer físicamente. Cada día tenía menos fuerzas, estaba más triste que de
costumbre y empezó a vestirse con ropas que le tapaban totalmente los brazos e
incluso las manos, señal de que la enfermedad avanzaba y empezaba a dejarle
huellas visibles. Pero yo me negaba a creerlo y me asía desesperadamente a una
esperanza irracional. Una noche al despedirnos le di un beso en la boca y pude
ver los signos de la enfermedad que ella disimulaba con un pañuelo que le cubría
el cuello.
No dijo nada, no me
correspondió y ví que una lágrima asomaba a sus ojos. Dio media vuelta y se fue
sin despedirse.
A la tarde siguiente no se presentó, pregunté por ella, pero no me daban una explicación clara. Estaba decidido a buscarla donde fuese, creí que me volvería loco. Pasé varios días como perdido. Nunca llegué a saber que fue de ella. A veces nos enterábamos de que alguien se suicidaba, que no podía resistir, que la depresión los ganaba ¿Había sido eso?. ¿O simplemente se había marchado?. También era posible. Aquello no era una prisión, no había ninguna barrera física que le impidiese irse.
A partir de ahí todo es
uniforme en mi memoria. Pasaba los días como un autómata y el tiempo de que
disponía lo dedicaba a la lectura, y casi no hablaba con nadie. Todos los días,
todas las semanas, todos los meses e incluso los años se hicieron iguales.
¿Cuanto tiempo llevo aquí en la enfermería de día?. Debe hacer varios meses que
no salgo de este anexo al hospital. Tengo mi pequeña habitación, me traen los
libros que pido e incluso la comida. ¿para qué voy a salir?.
Algunas noches leo la Biblia “Y
sucederá en todo el país, dijo el Eterno, que dos tercios serán cercenados y
perecerán y solo un tercio quedará con vida”. ¿Porqué, para que sobrevivimos
nosotros?.
Ya llevo en este hospital
más de 9 años. ¿O son más de 19?. No se si entré en 1.975 ó 1.985, ya no me
acuerdo.
No
recuerdo si entré como enfermo o como sanitario. A veces a los enfermos que se
estabilizan con rapidez, aquellos en que la enfermedad no progresó, se les da
un puesto de trabajo dada la escasez de personal ¿Seré yo uno de ellos?. Dios
mío, no me acuerdo, ya pasó tanto tiempo.
No
me acuerdo, ni tengo a quien preguntarlo. Esas cosas aquí no se preguntan.
A veces intento recordar, pero ya sólo tengo presente, el pasado desapareció. Aprendí a sobrevivir. Dios mío, no me acuerdo, pero lo peor es que tampoco me importa. No echo nada de menos.
“Y sucederá en todo el país...
4 Comentarios
NO, de seguir así, con sobrevivir tendremos de sobra...
ResponderEliminarMe gusta el toque bíblico, no porque sea bíblico, sino por saber buscar en ese libro justo lo que necesitas... Como por lo demás hace siempre se ha hecho.
Me gusta mucho
Es un relato antiguo, de los primeros que escribí y donde se ve mi veta optimista habitual, jajaja
ResponderEliminarEnfermos que se creen sanos será el denominador común en todos los países.:)
ResponderEliminarLa enfermedad y la salud son subjetivas. Gracias por leerme
EliminarAgradeceré tus comentarios aquí