Sobre el blog

Historias alegres que parecen tristes, historias rancias en busca de unas gotas de modernidad, relatos ingenuos pero cargados de mala intención

SEMANA SANTA



En la reunión anual de la Junta Directiva de la Cofradía de Semana Santa, el tesorero nos confirmó que estábamos en bancarrota. En los últimos años la afluencia de turistas había disminuido porque la representación de la Pasión era todos los años igual y la gente prefería ir a los pueblos de la costa, a bañarse en la playa y comer pescadito frito.

Discutimos toda la tarde para buscar alguna alternativa para activar la fiesta, pero a nadie se le ocurría nada o lo que se nos ocurría no parecía una buena solución.

Al final de la tarde el Presidente pidió la palabra:

-          Compañeros Cofrades, este años estamos en quiebra técnica y si no encontramos una forma de atraer a los turistas no hay perspectiva de que las cosas puedan mejorar. Convoco una Junta Extraordinaria para dentro de dos semanas y espero que todos traigáis ideas  para recuperar el esplendor de la Cofradía.

No dijo más, tampoco era un orador. Lo habíamos elegido Presidente porque pagaba las copas cuando teníamos alguna cena.

-          ¿Adónde vamos a cenar? – dijo Toño, el hijo del alcalde.

A Toño lo habíamos elegido para la Junta Directiva porque era hijo del alcalde, claro.

-          Este año no hay cena – dijo el Tesorero – No hay dinero.

-          ¿Ni copas? – volvió a preguntar Toño mirando al Presidente.

-          Si no hay cena, tampoco hay copas – zanjó este.

El invierno es época de poco trabajo en el campo y aquellas dos semanas estuvieron llenas de conciliábulos, reuniones extraoficiales y las más variopintas y peregrinas teorías sobre la forma de revitalizar la representación. Y por fin, llegó la tarde de la reunión.

-          Compañeros, declaro abierta la Junta Extraordinaria. Podéis proponer vuestras soluciones – dijo el Presidente.

-          Yo creo que lo mejor es contratar una banda de majorettes – dijo Paco, que pasaba las noches en la wiskeria del pueblo.

-          No seas burro, Paco. Como vamos a poner majorettes en una representación de la Pasión – cortó el Tesorero.

-          Bueno, bueno, sin insultar. Era una idea – dijo Paco un poco corrido

-          Yo creo que habría que cambiar la música, por algo típico. Por ejemplo canciones de Manolo Escobar.

-          Pues no veo yo a Cristo en la cruz cantando “mi carro” – dijo el Presidente con mala leche.

-          ¿Y si damos bocadillos a los que asistan a la Pasión? – comentó el gordo Felipe, el dueño del bar.

-          Si los pagas tú. Ya sabes que no tenemos fondos.

Y siguieron propuestas a cual más descabellada. Quien propuso que los romanos hicieran juegos malabares o un campeonato de tute en el que el premio sería la túnica de Cristo.

Ya habían hablado todos cuando el Presidente se dirigió a mí:

-          Y tú, Juan ¿no tienes ninguna propuesta que hacer?

Era la pregunta que había esperado toda la tarde.

-          Yo creo que el problema viene por el aburrimiento. Todo el mundo conoce la historia y sabe cómo acaba, así que para que van a venir a verla.

-          ¿ Y qué propones?.

-          Que este año crucifiquemos a Judas.

Se quedaron todos un poco extrañados de la propuesta, pero al cabo de un rato el Presidente dijo:

-          No es mala idea.

El sábado de Gloria salimos en todos los periódicos del país y el domingo de Resurrección tuvimos que repetir la representación. La gente sacó a hombros a Cristo y la fiesta terminó en el bar del pueblo y el coñac y el anisado corrió con generosidad. Mucha gente tuvo que dormir en el pueblo porque no solo no podían conducir, es que no eran capaces de acertar con la llave en la cerradura del coche.

Al día siguiente, los que marcharon en el autobús que iba a la capital, se extrañaban que el conductor fuera el Judas crucificado la tarde anterior.

Llevo dos meses planificando la Pasión del año próximo. Algunos vecinos quieren crucificar a Poncio Pilato, porque el personaje siempre lo hace el alcalde. Incluso me propusieron usar clavos de verdad.

Pero a mí no me acaba de convencer. Después de dos mil años es hora de modernizarse y estoy pensando en cambiar la cruz por una silla eléctrica. Eso sí, alimentada por energía solar.

Ya veremos.


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